-¿es la luna?
-no hijo, la luna nos proteje de la oscuridad durante la noche, nos permite avanzar en nuestro camino y nos acuna cuando dormimos.
-¿y el mar? con todas las mareas, temporales y tormentas...
-el mar nos apacigua el alma, nos habla de la inmensidad y nos recuerda lo pequeños y frágiles que somos, nos advierte que nos da la vida y nos la puede quitar en cualquier momento.
-¿entonces? ya no se me ocurre nada más... ¿los terremotos quizá?
-en cierto modo... pero los terremotos no son más que los estornudos de la tierra. Avisos puntuales que nos da nuestra madre, son como pequeñas regañinas para ponernos en nuestro sitio.
-Joe papa, ¿no me vas a decir nada? ¡Siempre igual! luego me quedo un montón de tiempo pensando...
-No te preocupes, eso te viene bien -le dijo el padre entre carcajadas.
Y tomándole por el hombro, se dieron media vuelta, dejando aquel claro, en aquella noche iluminada por la luna llena y se dirigieron a casa.
- Piensa, que al igual que luna, montes, árboles, mares, terremotos, tormentas y todas esas cosas... en la tierra hay animales grandes y pequeños. Y también estamos nosotros. Todo influye en nuestra vida, hasta la piedra más insignificante debemos tener en cuenta, solo cuando nos demos cuenta que somos un todo, podremos empezar a solucionar los problemas. ¿Te solucione algo hijo?
- Pues no mucho...
- Algún día lo entenderás- le dijo sonriente, mientras le acariciaba la cabeza- ahora de momento a dormir, que ya es bien tarde, y luego tu madre me regaña.
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