20/1/12

Nada de nada

Un regusto en los labios
sabor a...

Cambio de posición,
sobre el oído izquierdo.
Nada.
Boca abajo,
bajo la almohada.
Nada.
Mirando a un cielo de yeso
con las piernas flexionadas.
...

Parece ser
que nada tiene que ver
mi posición
con tu llamada.
 ...

Tu voz distante y serena
retumba en mi cabeza.

Con el fijo llamo al móvil,
suena.
Con el movil llamo al fijo,
llama.
...

Todo parece indicar
que no hay un problema en la línea,
que no está colapsada.

Recuerdo tu fría mirada.

Sediento me levanto
bebo un vaso de agua
no meo ni gota
me vuelvo a la cama.

Y en mi mesilla...
nada.

Parece que mi breve ausencia
no tiene que ver con tu llamada.
Y un sueño maniatado y torturado
no pierde la esperanza.
...

Al final suena el teléfono.
Ya es por la mañana.
Y en mis legañas matutinas
el reflejo de tu ausencia.

18/1/12

El rebufo del viento

Sentandome en el suelo
de los sueños dormidos
 buscare un agujero
donde meterme dentro.

Y que pase de largo la vida
con que tanto desespero.

Que el rebufo del viento
se lleve lo malo,
solo lo malo.

Y que deje lo sereno,
lo de vivir con aire puro,
aire fresco.

Que se lleve la amargura
el agobio y el lamento
y que me deje mi tierra,
herramientas
y tiempo para trabajar en ella.

7/1/12

Claro del bosque



          Hacía tiempo que el sol ya se había puesto, pero todavía menos del que faltaba para que volviera a salir. Ya era tarde para todo, o mejor, para casi todo.
          Como quien se abre paso entre telarañas, me levanté y salí de la tienda intentando romper el menor silencio posible, que mantenía a los demás tan a gusto en sus sueños.
         Afuera, en plena naturaleza, era otro cantar. Mi silencio se sentía incómodo entre el sonido bullicioso de miles y miles de hojas mecidas por el viento, los pasos distantes de un habitante del bosque o el repentino chasquido de una rama al paso de una alimaña buscando su comida.
         Apartando a un lado ese pequeño miedo residual a lo desconocido me puse en camino.
         Cuando llegue al claro allí estaba ella, siempre distante y serena, luminosa y misteriosa, siempre químera. Pero a mi me daba igual, pues sabía que de alguna manera, en ese instante yo era suya y ella era mía, solo mía.
         Era tarde para casi todo, pero no para visitar a la luna.