8/9/12

El final del verano del 12

Ante la avalancha de mi mente pidiendo evacuar a gritos, me embarco en estas letras. Desconozco el paradero que me depara el escribir sin avisar, borbotones de palabras que abandonan el barco y huyen de un hogar roto, inestable y autodestructivo.
En su día, uno que no viene a cuento, intenté ordenar el caos, hacer diario el alboroto y poner fin al bullicio de una manifestación continua sin sentido. Es más fácil cuando se utiliza el paso de cebra en filas de a uno y a ser posible con la misma velocidad de paso. El resultado es el caos que me domina y es que solo contesto cuando me llaman, solo corro cuando me persigue la nada, y solo escribo cuando estoy a punto de reventar.
No importan en realidad las palabras, aparentemente insignificates, superfluas y de relleno, el contenido esta en el interlineado, en los espacios, en los segundos que tardo en procesar y descodificar.
y de repente me doy cuenta de que lo que cabe en un suspiro, mejor no hablarlo en alto, del lamento del poeta, no quiero encontrar la llave, del viento que me oprime, prefiero sentirlo en silencio,  de la angustia que me desgarra ya olerá cuando se pudra. Y de estas palabras que regalo, que cada cual se quede con lo que quiera, una vez escritas no me pertenecen, ni en orden ni sentido, y con una misma patineta, que cada cual elija su camino.