9/6/13

Historias para no dormir



Fue cuando volvía de aquella fiesta, nunca podré olvidarlo.
Llevabas aquél vestido negro que casi te llegaba a las rodillas. Aquél vestido... Con él, en cualquier lugar eras como un pequeño agujero negro que atraía toda la luz hacía si. Y la atención. Pero tuve que ser yo quien tropezando te hizo caer en aquel barrizal que se había formado a la entrada de la casa.
Recuerdo tu mirada, nada me había causado más terror en toda mi vida. Solo con esa mirada de rabia me partiste en mil pedazos, me sentenciaste a la más horrible de las muertes y me arrojaste a los tiburones. Todo en uno, como las ofertas del supermercado.
Para serte sincero ni recuerdo lo que me dijiste. Estoy seguro de que no fue ninguna lindeza, pero en ese momento yo ya estaba atrapado y condenado por esos ojos.S obraban las palabras.
Te ayude a levantarte, y sentí como me apartabas bruscamente con desprecio mientras yo intentaba balbucear algunas palabras de disculpa. Pero tu espalda no me contestó y me quedé allí parado viendo como tu silueta se hacía más y más pequeña en la espesura de la noche.
No sé de donde saque las fuerzas y el valor, que hasta entonces no se había dignado a aparecer en practicamete ninguna ocasión de mi vida, pero corrí hasta ti y te dije que ya que te había arruinado el vestido y la noche, que al menos me dejaras llevarte a tu casa y así ahorrate el paseo. Recuerdo que titubeaste. en tu interior se debió librar una dura batalla entre el pragmatísmo y el profundo odio que me profesabas en aquel momento, pero al final me dejaste ayudar.
Parca en palabras me acompañaste al coche y una vez arriba me dijiste la dirección dándome a entender que serian las últimas palabras que podría escuchar de tu boca aquella noche.
Para mi el viaje fue aterrador. Los nervios por conducir de un modo no molesto y lel tenerte al lado, tan cerca y a la vez tan lejos me estaban matando. Así que como suelo hacer cuando estoy muy nervioso, comencé a hablar sin parar y a divagar y decir tonterías y gracias sin sentido. Y así durante todo el camino.
La verdad es que no recuerdo prácticamente nada de lo que te dije, lo decía sin conocimiento, como el que habla en sueños, pero algo cambió en tu actitud y por el rabillo del ojo, ya que no me atreví a mirarte diractamente ni una sola vez, vi como esbozabas alguna que otra pequeña sonrisa. _Al final y contra todo pronóstico, me regalaste cuando llegamos un "gracias por llevarme" y un "nos vemos" que me alimentaron más que cualquier plato de pasta al pesto que pudiera comer.
El camino de vuelta a mi casa fue como flotando, con mi mente e imaginación trabajando más que para cualquier examen de la universidad.
Y bueno... el resto ya es historia reciente.