Una tarde de otoño me trajo tu olor,escondido entre los recobecos de un remolino de hojarasca, inolvidable como un concierto de Yann Tiersen.
Me devolvió todos los recuerdos a oleadas de mar embravecido.
Promesas que tiempos atrás se había llevado la corriente y sueños de mil noches mirando las estrellas.
Y allí me quedé con lo puesto.
El orgullo se me cayó a los piel y se me reabrieron las grietas del alma que había curado con agluaplas del bueno.
Miré hacia el cielo, y viendo el errante camino de las nubes a ninguna parte pensé que recordar es duro, pero olvidar es de cobardes.