29/3/15

Contorsionismo trascendente.



Hay momentos en los que divergen tu cuerpo y tu mente negándose favores y ninguneando necesidades. Hay noches, como la presente, que a pesar del cansancio latente, la cabeza le niega al maltrecho cuerpo un más que necesario sueño y prefiere divagar consciente por la vereda de pensamientos incompletos, de sueños inacabados, de amores imposibles y de esperanzadores posibles futuros.
Esas noches, dejo que mis dedos escriban solos, solamente intentando generar palabras existentes y frases coherentes gramaticalmente hablando, pero el contenido es irrelevante, a veces sin sentido aparente y otras consentidas idioteces, dejo a la mente que divague en papel y boli, o como en este caso en unos y ceros traducidos.
 Esas noches, y acompañado de una fina melodía constante, dejo que mi mente divague, viaje sin freno y sin control, que sueñe despierta en un exceso de todo. Dejo que afloren todos mis sentimientos encajonados durante tiempo, todas mis rarezas escondidas, todos mis anhelos aparcados. Es como correr desnudo y solo en un campo de violetas. La verde hierba roza mis desvocadas neuronas haciéndolas eléctricas cosquillas. El floral olor que me traen las ráfagas de viento choca con mi masa gris y está me devuelve bocanadas de paz y sosiego, producto de sentirme tan libre, y a la vez tan pleno por vagar sin freno sin salir de mi agujero.
También sufre mi mente por esta locura transitoria, la resaca mental es evidente de vuelta al la aplastante realidad que me recuerda que un sueño es eso y nada más que eso. De resaca duele la cabeza y se arrepiente de tanto desenfreno, pero soñar es necesario aunque a veces duela, vale la pena. Porque quien no divaga solamente vaga por este mundo de materiales necesidades, porque quien no sueña solo alimenta su cuerpo en su inevitable camino hacia su material muerte. Porque quien no sueña no vive, solo sobrevive.