8/1/15

Sin remedio

Todo estaba tranquilo una tarde de un día cualquiera en un pueblo sin nombre.
En el vivían gente normal sin nombres en sus casas sin puertas y chimeneas sin agujero de salida de humos. Paseaban (los que tenían) a sus perros sin correas por las calles sin número que llegaban hasta el centro sin ayuntamiento del pueblo.  Dentro de la iglesia predicaba monsergas un cura sin religión para una audiencia sin alma.
Sonaron las campanadas del anochecer en el reloj sin horas del campanario sin  nido de cigüeñas... cuando derrepente todas las nubes cayeron a plomo. El pueblo desapareció entre la tupida niebla junto con todas sus gentes, perros,casas, iglesia y campanario.
Pasó el tiempo y al fin desapareció la niebla, el pueblo con ella y solo quedó la tierra: sin dueño, pura y serena.